“DE LA OCTAVILLA AL CIBERCORREO: La interactividad nos hará más fuertes”
En Logroño, el 13 de abril de 1977, en un piso de la calle Doctores Castroviejo, se reúne una representación de ugetistas y eligen el primer órgano de dirección del sindicato. Quince días después se depositan los Estatutos de la UGT en la oficina correspondiente del Ministerio de Relaciones Sindicales.
Así llegó la legalización tras cuarenta años de resistencia frente a todo tipo de presiones, encaminadas a la liquidación moral y física, abriéndose paso a la demolición del régimen dictatorial y su transformación en un Estado libre, social y democrático de Derecho.
Por aquellos días, la actividad social estaba presidida por planteamientos muy ideologizados y una gran proliferación de organizaciones. Pronto llegarían las incipientes elecciones sindicales, los primeros comicios que pusieron a la UCD en el gobierno de la nación, los Pactos de la Moncloa, la aprobación del Estatuto de los Trabajadores, las múltiples concertaciones sociales y como el que no quiere la cosa, el triunfo del PSOE, la Ley de Libertad Sindical..... Todo un cambio que alumbró un nuevo marco de relaciones laborales, no sin antes pasar por duros enfrentamientos entre las organizaciones de los trabajadores.
Pero si recordar está bien, los actuales líderes sindicales se enfrentan a tiempos complejos y espacios muy dinámicos, que en cualquier caso son fruto del pasado.
Obviar que vivimos en una sociedad muy diferente a la de nuestros antepasados, en el que el concepto trabajador se ha difuminado y éste, en cualquier caso, trabaja para consumir, es un cambio radical y no sólo conceptual.
Si queremos seguir defendiendo los intereses económicos, laborales y profesionales de una gran parte de ciudadanos en una sociedad hojaldrada, en la que se ha instalado la desconfianza y en donde las fuerzas conservadoras encuentran campo abonado para su discurso y acción, la izquierda política y social a de regenerar la confianza colectiva en ocasiones perdida.
Por eso, en el siglo XXI se hace necesario propagar, sin titubeos, la existencia de una UGT de inspiración socialista, cuyo acierto en la acción sindical es condición imprescindible para el éxito de la defensa individual y grupal de los intereses legítimos de clase, patrios y universales.
Retos, entre otros, que desde un sindicalismo dual fruto de la Transición democrática y, del que los sindicatos más representativos forman parte pasan por:
Mejorar los canales tradicionales de representación unitaria en el centro de trabajo, haciendo más copartícipes a los trabajadores y logrando que los afiliados sean semillero de activistas.
Elegir a personas honestas, buenas y cualificadas que mediante la formación se conviertan en líderes.
Profundizar la democracia interna en una doble vía:
En Logroño, el 13 de abril de 1977, en un piso de la calle Doctores Castroviejo, se reúne una representación de ugetistas y eligen el primer órgano de dirección del sindicato. Quince días después se depositan los Estatutos de la UGT en la oficina correspondiente del Ministerio de Relaciones Sindicales.
Así llegó la legalización tras cuarenta años de resistencia frente a todo tipo de presiones, encaminadas a la liquidación moral y física, abriéndose paso a la demolición del régimen dictatorial y su transformación en un Estado libre, social y democrático de Derecho.
Por aquellos días, la actividad social estaba presidida por planteamientos muy ideologizados y una gran proliferación de organizaciones. Pronto llegarían las incipientes elecciones sindicales, los primeros comicios que pusieron a la UCD en el gobierno de la nación, los Pactos de la Moncloa, la aprobación del Estatuto de los Trabajadores, las múltiples concertaciones sociales y como el que no quiere la cosa, el triunfo del PSOE, la Ley de Libertad Sindical..... Todo un cambio que alumbró un nuevo marco de relaciones laborales, no sin antes pasar por duros enfrentamientos entre las organizaciones de los trabajadores.
Pero si recordar está bien, los actuales líderes sindicales se enfrentan a tiempos complejos y espacios muy dinámicos, que en cualquier caso son fruto del pasado.
Obviar que vivimos en una sociedad muy diferente a la de nuestros antepasados, en el que el concepto trabajador se ha difuminado y éste, en cualquier caso, trabaja para consumir, es un cambio radical y no sólo conceptual.
Si queremos seguir defendiendo los intereses económicos, laborales y profesionales de una gran parte de ciudadanos en una sociedad hojaldrada, en la que se ha instalado la desconfianza y en donde las fuerzas conservadoras encuentran campo abonado para su discurso y acción, la izquierda política y social a de regenerar la confianza colectiva en ocasiones perdida.
Por eso, en el siglo XXI se hace necesario propagar, sin titubeos, la existencia de una UGT de inspiración socialista, cuyo acierto en la acción sindical es condición imprescindible para el éxito de la defensa individual y grupal de los intereses legítimos de clase, patrios y universales.
Retos, entre otros, que desde un sindicalismo dual fruto de la Transición democrática y, del que los sindicatos más representativos forman parte pasan por:
Mejorar los canales tradicionales de representación unitaria en el centro de trabajo, haciendo más copartícipes a los trabajadores y logrando que los afiliados sean semillero de activistas.
Elegir a personas honestas, buenas y cualificadas que mediante la formación se conviertan en líderes.
Profundizar la democracia interna en una doble vía:
En primer lugar, construyendo estructuraciones orgánico/funcionales que superen la lentitud y opacidad en la resolución de los problemas y,
en segundo lugar, utilizando los soportes cibernéticos más apropiados, que conduzcan a la interactividad entre afiliados y representantes sindicales.
Personalmente creo que hoy en los planos tanto nacional como regional, la UGT está en buenas manos. Y éstos sabrán qué hacer ante los regresivos datos que se vienen denunciando (retroceso de cuatro puntos en el porcentaje del PIB dedicado a gastos sociales; pérdida de 5,6 puntos en la masa salarial y persistencia de una tasa de pobreza del 19 %), que nos indican un panorama con riesgos de descohesión social, en el que los sindicatos no pueden estar pasivos.
Por lo tanto, si no hay sensibilidad por parte de los poderes públicos, inteligencia por parte de las patronales y aspiración socialdemócrata por los que de una u otra manera forman parte de la izquierda por corregir estos desequilibrios, la batalla sindical, está asegurada.
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