“¡¡¡ DONDE ESTÁN LAS SILLASSSSS!!!”
Lo que les voy a contar me podía haber pasado en cualquier comercio logroñés, aunque reconozco hay salvedades, pero esto aconteció en el Centro Comercial Berceo y en concreto en “NEWYORKER”.
Un sábado más estábamos de compras, hasta que me empezó a doler la espalda y las piernas. Lo nuestro, como se sabe, es la caminata o la quietud de una silla. Pero, como no somos pajaritos que incluso duermen de pie…….el dolor, agobio y cansancio fueron haciendo mella. Busqué un asiento reparador y nada. La solución que encontré pasaba por apoyarme en algún expositor de baja altura o sentarme en el probador. Así estaba la cuestión cuando eché un vistazo para comprobar si las trabajadoras tenían una silla y tampoco.
Llegó el momento de pagar y aproveché para preguntar por qué no había asientos para los clientes y para los trabajadores. Y fue entonces, cuando sin encontrar clara respuesta, recordé que María de Echarri (1878-1955), concejal del Ayuntamiento de Madrid e inspectora de trabajo del Instituto de Reformas Sociales, promovió, desde una perspectiva de feminismo católico, algunas medidas de mejora laboral para las obreras, como la llamada “Ley de la Silla” de 1912, por la cual los empresarios debían proporcionar una silla a todas las mujeres que trabajaban en la industria o el comercio. Reconozco que el dolor de piernas despertó mi conciencia social y reivindicativa.
Tras pagar comencé a fijarme en otras tiendas y observé que la “Ley de la Silla” sólo existía en los libros de Historia y en algunos dietarios sindicales.
La cuestión no podía quedar así y en amena charla familiar, ya de regreso a casa comentábamos en voz alta ¿Por qué en el siglo XX se legisló esta ley y hoy cien años después se ha olvidado? ¿Por qué, si las sillas son baratas, no las ponen? ¿Será por que los adolescentes y jóvenes acostumbran hoy a sentarse en el suelo? ¿Tendrá que ver algo con que los gerentes/encargados ( cada vez más jóvenes) consideren que la silla es un instrumento pasado de moda y de abuelotes? ¿Por qué las trabajadoras aceptan “de buena gana” estar ocho horas o más sin poder descansar? ¿Por qué los clientes tenemos que padecer el martirio de estar continuamente de pie y de escuchar músicas estridentes? ¿Es que piensan que si pasamos un mal rato compraremos lo que sea con tal de marcharnos?
Me horroriza pensar que el motivo de que no existan sillas, taburetes, bancos….sea por que los clientes y los asalariados simplemente no las pidan, por aquello de parecer los segundos unos maltrabajas y los primeros por no tener conciencia de ser los sujetos del negocio.
Lo que les voy a contar me podía haber pasado en cualquier comercio logroñés, aunque reconozco hay salvedades, pero esto aconteció en el Centro Comercial Berceo y en concreto en “NEWYORKER”.
Un sábado más estábamos de compras, hasta que me empezó a doler la espalda y las piernas. Lo nuestro, como se sabe, es la caminata o la quietud de una silla. Pero, como no somos pajaritos que incluso duermen de pie…….el dolor, agobio y cansancio fueron haciendo mella. Busqué un asiento reparador y nada. La solución que encontré pasaba por apoyarme en algún expositor de baja altura o sentarme en el probador. Así estaba la cuestión cuando eché un vistazo para comprobar si las trabajadoras tenían una silla y tampoco.
Llegó el momento de pagar y aproveché para preguntar por qué no había asientos para los clientes y para los trabajadores. Y fue entonces, cuando sin encontrar clara respuesta, recordé que María de Echarri (1878-1955), concejal del Ayuntamiento de Madrid e inspectora de trabajo del Instituto de Reformas Sociales, promovió, desde una perspectiva de feminismo católico, algunas medidas de mejora laboral para las obreras, como la llamada “Ley de la Silla” de 1912, por la cual los empresarios debían proporcionar una silla a todas las mujeres que trabajaban en la industria o el comercio. Reconozco que el dolor de piernas despertó mi conciencia social y reivindicativa.
Tras pagar comencé a fijarme en otras tiendas y observé que la “Ley de la Silla” sólo existía en los libros de Historia y en algunos dietarios sindicales.
La cuestión no podía quedar así y en amena charla familiar, ya de regreso a casa comentábamos en voz alta ¿Por qué en el siglo XX se legisló esta ley y hoy cien años después se ha olvidado? ¿Por qué, si las sillas son baratas, no las ponen? ¿Será por que los adolescentes y jóvenes acostumbran hoy a sentarse en el suelo? ¿Tendrá que ver algo con que los gerentes/encargados ( cada vez más jóvenes) consideren que la silla es un instrumento pasado de moda y de abuelotes? ¿Por qué las trabajadoras aceptan “de buena gana” estar ocho horas o más sin poder descansar? ¿Por qué los clientes tenemos que padecer el martirio de estar continuamente de pie y de escuchar músicas estridentes? ¿Es que piensan que si pasamos un mal rato compraremos lo que sea con tal de marcharnos?
Me horroriza pensar que el motivo de que no existan sillas, taburetes, bancos….sea por que los clientes y los asalariados simplemente no las pidan, por aquello de parecer los segundos unos maltrabajas y los primeros por no tener conciencia de ser los sujetos del negocio.
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