Comparto la celebración y participación de cuantos actos se desarrollen entorno a los 200 años del nacimiento de Práxedes Mateo Sagasta, pero aprovechemos también para poner de relieve el pensamiento que tenía sobre las organizaciones de los trabajadores en aquella España.
Sagasta, como liberal destacado de la Restauración, veía en principio con recelo a los movimientos obreros y a las primeras organizaciones de trabajadores que comenzaban a surgir en España a finales del siglo XIX. Consideraba que estos movimientos, inspirados en el socialismo y el anarquismo europeos, podían poner en riesgo el orden social y político construido tras la restauración borbónica de 1874.
Como líder del Partido Liberal en la Restauración, se situó dentro de un liberalismo de corte reformista prudente. Según Santos Juliá, el liberalismo de Sagasta “experimentaba un agotamiento doctrinal” al final de su trayectoria, marcado por su resistencia a aceptar demandas sociales más profundas.
Este agotamiento iba acompañado de una retórica que, si bien defendía libertades formales como la asociación y la prensa, establecía límites estrictos frente a iniciativas que consideraba revolucionarias.
Esa división era palpable en relación a los movimientos obreros. En España y Europa, tras el éxito temporal de la Comuna de París en 1871 y el auge de la Primera Internacional, los gobiernos liberales y conservadores identificaron a las organizaciones obreras con la subversión. Recordemos que, en el Parlamento español, la sección nacional de la AIT fue propuesta para ilegalizarse bajo acusaciones de que sus “dogmas condenan el Estado, la religión, la familia, la propiedad…”. Sagasta compartía junto a otros la percepción oficial que veía en esos movimientos una amenaza al sistema liberal-burgués.
En contraste con otros liberales más abiertos, Sagasta recurrió con virulencia al discurso satanizando a la Primera Internacional tildándola como “utopía filosófala del crimen”, una fórmula que sintetiza tanto su rechazo intelectual —lo calificaba de irrealizable— como moral y político —lo calificaba de peligroso—. Esta definición subraya su postura partidaria e ideológica donde las reformas eran admitidas solo dentro del orden parlamentario, pero no así las transformaciones profundas que exigía el movimiento obrero.
Desde la óptica historiográfica, Manuel Tuñón de Lara recordó que el poder durante la Restauración no solo se sostenía por el control electoral y la alternancia, sino por la contención del movimiento obrero, considerado por la oligarquía y el caciquismo como elemento desestabilizador del “bloque de poder” dominante. Para este historiador, ese liberalismo “normalizador” había sido capaz de conceder ciertas libertades institucionales, pero a costa de evitar cualquier reforma que pusiera en cuestión el orden económico y social establecido.
El que calificó de ‘utopía filosófala del crimen’ no solo reflejaba una opinión personal, sino también la actitud general de una élite política liberal europea, empeñada en preservar la estabilidad y contener al proletariado organizado. Una forma de liberalismo que admitía reformas progresistas, pero rehusaba la justicia social entendida como redistribución activa de lo económico.”
Frente a este posicionamiento cabe recordar lo escrito por Pablo Iglesias Posse, en EL SOCIALISTA el 25 de noviembre de 1892, sobre la denominada “revolución social” que señala la importancia de dar a conocer a los trabajadores la causa de su inferioridad social, huyendo de la violencia.
Conclusión. Desde una perspectiva actual puedan parecer medidas tímidas, los liberales impulsaron avances importantes en su época, como la Ley de Asociaciones de 1887, que legalizó sindicatos como la UGT y permitió la actividad del PSOE, y la Ley del Jurado de 1888, que fortaleció la libertad de imprenta al eliminar la censura previa y limitar la jurisdicción militar en delitos de opinión. Juzguen ustedes.
Referencias:
· Santos Juliá: describe el “agotamiento doctrinal” del liberalismo sagastino al cerrar la puerta a las demandas obreras Wikipedia+10revistas.ucm.es+10
· Debate parlamentario sobre la Primera Internacional: acusada de atentar contra el Estado, la religión, la familia y la propiedad Wikipedia.
· Manuel Tuñón de Lara: destaca la función del liberalismo restauracionista en contener las demandas sociales para mantener el “bloque de poder” revistaaportes.com+1nodulo.org
· El Gobierno de Sagasta (1885-1890), Eduardo Montagut https://www.nuevatribuna.es/
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