Parece que el tiempo lo borra todo pero, no
es verdad, siempre hay algo, para bien o para mal que te trasporta al pasado.
Este es mi caso. Hoy 27 de septiembre de 2015, se cumplen 40 años de los
últimos fusilamientos del franquismo. Creo recordar y no creo equivocarme, que
a punto de terminar las fiestas de San Mateo –ayer finalizadas-, ésta fatal
noticia me martilleó en lo más profundo. Poco o nada hicimos los que en esos
momentos éramos jóvenes y lo cierto es que la fiesta concluyó por las calles de
Logroño como si nada de esto pasara. No obstante, confieso que una minoría de
aquellos que estábamos en la lucha por las libertades, bien en las Juventudes
Socialistas o en las del PCE, si que nos abrió las carnes pero, la fiesta
continuó como si tal. Semanas más tarde en fría noche otoñal –pues así estaba
previsto-, algunos cogimos el petate destino la mili en un ejército denostado y
odiado.
Hoy y con independencia de estar en uno u
otro partido o haber dejado esto de la política activa, se hace necesario el
recuerdo, el reconocimiento y el homenaje a aquellos cinco jóvenes que
entregaron su vida por la libertad de todos los pueblos de España.
No estaría de más que alguna entidad o grupo
de personas intenten rescatar y poner de relieve la memoria de aquel tiempo
para tratarlo con justicia. Luchar contra la dictadura franquista era mirar de
cara a la muerte o cuando menos al señalamiento civil. Ninguna libertad ni
garantía democrática protegía a los que se enfrentaban a ella. Así pues,
recordemos a aquellos cinco jóvenes, Xosé Humberto Baena Alonso, José Luis
Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Ángel Otaegui y Juan Paredes, Txiki, lo
sabían y, pese a ello, no quisieron rendirse.