Tras las elecciones anticipadas en Extremadura, muchos análisis intentan explicar un resultado que ha castigado duramente al PSOE. Más allá de los datos, conviene reflexionar sobre la responsabilidad política de quienes decidieron quedarse en casa.
Pasan los días y podemos leer múltiples análisis
sobre qué ha ocurrido en Extremadura en las elecciones, donde el PSOE ha sido
el principal perjudicado.
Soy —o era— de la opinión de que, sea cual sea el
resultado electoral, el pueblo siempre lleva razón. Sin embargo, esta frase
hecha la cuestiono cada vez más. Si miro a los israelíes y al gobierno que
tienen, me quedo ojiplático. O aquella otra frase que decía “el criminal nunca
gana”… pues, oiga usted, hay muchos delincuentes que sí ganan. Por tanto, digo
yo que igual una buena parte de los extremeños la ha pifiado.
Dicen algunos politólogos que un buen número de
progresistas se ha quedado en casa. Muy bien: no es obligatorio ir a votar,
como ocurre en otros países, pero seguro que sabían lo que podía pasar y, aun
así, se abstuvieron. Vale. Pero ¿cuáles han podido ser los motivos y en qué
escenarios se han producido?
Llegados a este punto, tiene bemoles que esa
abstención haya estado basada en el trampantojo de la falsa polarización
partidaria -para mí, agresión programada contra el progreso- : en creerse que
el hermano del presidente del Gobierno de España es un corrupto… y, aun con
todo, lo peor es abstraerse de lo que significa tener en su región un gobierno
de extrema derecha que bebe claramente del “trumpismo/terrorismo” y que
pretende expandirse por toda Europa.
Su responsabilidad —o, mejor dicho, su
irresponsabilidad— al quedarse en casa hará que ahora más de uno diga que se ha
equivocado. Pues qué quiere usted que le diga: ha comprado el bulo, el racismo,
la xenofobia, el odio… y eso, en democracia, es muy arriesgado. Seguro que
perderá algún que otro derecho por su inacción. Como dijo Labordeta en
marzo de 2003: ¡A la mierda, joder!!

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