Hasta la II República, el PSOE y el Gobierno de la nación caminaban por sendas separadas. Fue con la Transición y el ascenso de Felipe González cuando el partido rompió con su tradición y abrazó un modelo cesarista y partitocrático que hoy sigue pesando como una losa.
Navegamos en aguas turbulentas. A bordo de la nave socialista se han subido truhánes que la Justicia en su momento determinará. El motor de la nave apenas ruge y las olas amenazan con hacernos naufragar. Pero no podemos detenernos: si el barco se para, se hundirá.La militancia socialista está ahí, formada, dispuesta a ser
llamada como cuerpo expedicionario para arrimar el hombro y sacar al partido
del atolladero. A la Dirección Federal le toca no desperdiciar la que quizá sea
la última oportunidad.
Cuando tome el timón un nuevo equipo en el área de
Organización, deberá grabarse a fuego una máxima: “un objetivo sin un plan es
sólo un deseo”. No basta con invocar los 146 años de historia. La longevidad no
garantiza futuro. El socialismo no es un milagro, es una lucha organizada. Y
esa lucha pasa por el trabajo institucional, sí, pero también por el activismo
en la calle.
El daño al partido —y sus consecuencias electorales— aún
está por verse. Pero uno de los males que carcomen nuestras entrañas es la mal
entendida y practicada democracia interna. Hemos convertido las primarias en un
trámite casi imposible: de los avales accesibles del 39º Congreso (1% federal,
2% regional, 3% provincial) saltamos en Sevilla al 41º Congreso con exigencias
asfixiantes (10%, 12% y 15%, respectivamente).
A ello se suma una década de tropelías que han dejado a las
corrientes de opinión, como Izquierda Socialista en una situación digámoslo
compleja.
Con los actuales Estatutos, y salvo que el Comité Federal del
5 de julio haga una interpretación “flexible” y valiente de los mismos, parece
complicado revertir los déficits democráticos y abrir la participación y la
proyección-empoderamiento de la militancia. Convocar un Congreso Federal
extraordinario ahora sería casi una quimera en estas circunstancias.
Lo máximo a lo que podemos aspirar —y no es poco— es a
organizar en septiembre una Conferencia Política y de Organización
verdaderamente amplia, con delegados elegidos en listas abiertas, cuyo objetivo
sea recuperar una democracia interna perdida y reinstaurar de forma contundente
un principio olvidado: “Un/a socialista, un cargo”
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1 comentario:
Aunque parezca duro, pienso que es muy justo lo que expones, compañero. Soy J. L. Bernedo. Un abrazo.
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