Hemos asistido a una importante información a través de los
medios poniendo de relieve las
declaraciones de Emiliano García Page y las contestaciones que desde la
Dirección federal del PSOE y por algún que otro militante se le han dado
Confieso que no puedo dejar de decir algo al respecto pues, a este y a otros afiliados más al PSOE, “les tengo ganas” desde hace mucho tiempo.
Se ha puesto de modo una palabra que muy bien conocemos los que vivivimos en San José y Barrio de Ballesteros pues se acuñó en los años 50 la expresión extrarradio, para señalar a los que vivíamos fuera del núcleo urbano de Logroño. Hoy, ha sido puesta en valor por el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, que como recordamos sitúa a su propio partido, el PSOE, allende los Pirineos.
Pero más allá de las ubicaciones geograficopolítcas, lo cierto es que conviene recordar que los que libremente hemos decidido pertenecer a un partido, en mi caso al PSOE, este como todos se mueven en una triada formada por la discrepancia, la democracia y la lealtad donde se moldea finalmente la imagen pública del partido en cuestión.
Desde mi punto de vista y experiencia constatada en el PSOE riojano, en este triángulo no precisamente amoroso, la discrepancia política debiera haber fomentado el debate y la reflexión crítica, pero lamentablemente no se prodiga mucho que digamos y salvo en honrosas ocasiones a escasos militantes hemos podido escuchar o leer.
No obstante, este componente –el de la discrepancia-, debe coexistir armoniosamente con el segundo vértice cual es la democracia interna vs participación.
Este segundo componente, se erige como el mecanismo mediante el cual se gestionan y se resuelven las discrepancias, proporcionando un espacio estructurado para el debate, la votación y la toma de decisiones colectivas. Pero lo cierto es que está muy en desuso consolidando un Partido de cuadros en detrimento del militante.
Y finalmente nos encontramos con el último vértice. Me refiero al de la lealtad que se conforma como el estabilizador de los otros dos, la democracia interna y la discrepancia.
Esta lealtad no implica una supresión de la discrepancia, sino más bien en el reconocimiento de las decisiones colectivas y la disposición a respaldarla de manera unificada como partido frente al electorado.
No
estaría mal que Page entendiera esto último y recordara aquello que decía
nuestro fundador: “Cuando los burgueses nos aplauden, es que algo estamos
haciendo mal”.
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