Por
favor, antes de seguir leyendo, miren esta fotografía. ¡Es desgarradora! Está
claro que estamos muchos muy preocupados y pendientes de lo que ocurra en Cataluña
tras la declaración del nacimiento de una república independiente. No es de
extrañar pero, reconozco que si no fuera por lo dramático que ello supone para
el conjunto de los ciudadanos, dicho acontecimiento se podría etiquetar de
“cantinflada política y sin pandereta”. Vamos, muy español, pero que muy, muy
español.
También
reconozco que llegado al punto en el que nos encontramos, me hago preguntas
como ¿Conviene modificar el Senado ya? ¿Conviene que la ley electoral impida
presentarse a los partidos nacionalistas al Congreso de los Diputados? ¿Cómo se
hace posible eso de diferencias sí, pero desigualdades entre ciudadanos no? ¿Un
Estado federal puede permitir el foralismo de las tres provincias vascas más el
de Navarra? Preguntas y otras más, que han de ir despejándose a lo largo de los
próximos meses en la Comisión creada al efecto, cuya autoría es del PSOE.
Pero
de todo lo que hemos vivido estos últimos dos meses, lo que ha quedado claro
es: Que políticamente se puede ser independentista dentro de la UE pero, será
imposible romper la unidad de cualquier Estado que conocemos hoy en día. Así
que, aquellos que sigan con esta vieja y romántica idea lo que hacen es engañar
a sus conciudadanos y éstos al prestar oídos a dicha quimera, visto lo visto,
sepan que los poderes económicos, financieros y políticos establecidos no lo
van a permitir.
Los
nacionalismos tienen poco en común con la izquierda y mucho menos con los que
se proclaman independentistas. Recordemos que el socialista vasco Indalecio
Prieto llegó a afirmar que la actitud de ERC era un “acto de deslealtad” hacia
la II república de España. “El separatismo sería el suicidio por asfixia, y los
pueblos no se suicidan”. Así que ojo, leamos más a nuestros prohombres, o sin ir tan atrás en el tiempo lo dicho entre
otros por Fernando Savater que considera “Imprescindible el derecho a decidir
de los ciudadanos, no de los pueblos ni otras entidades colectivas que medien
entre el Estado de derecho y quienes ostentan su ciudadanía dentro de él.
Así
que, una vez más me apunto a seguir invirtiendo todas las energías reformadoras
a favor de la causa que haga posible cambiar este estado por otro más justo, en
el que lo social no sea víctima de lo económico. Por cierto, vuelvan a mirar la
fotografía y comparen las caras de aquellos que en menos de un minuto pasaron
de la alegría desbordante al hundimiento colectivo. Cuantos trabajadores
“achicharrados” por una tara romántica de imposible conquista.
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