28/5/25

VISTO LO VISTO. OJO POR OJO

 

El peso del pasado reciente de Alemania condiciona su presente diplomático. Mientras tanto, el mundo asiste con impotencia al drama de Gaza, atrapado entre el cálculo político, la crueldad y la indignación moral que crece lentamente en las calles.

La posición del Gobierno alemán respecto a la guerra en Gaza es, en esencia, el fruto de un complejo de culpa histórico. Y la culpa es una fuerza poderosa: paraliza, nubla el juicio, nos encierra en decisiones motivadas por el miedo al error ya cometido, en lugar de guiarnos por la esperanza de un bien futuro.

Pero no se puede seguir mirando hacia otro lado ante un genocidio que se televisa día tras día. No se trata ya solo de cifras ni de geopolítica: lo que ocurre en Gaza y Cisjordania es una tragedia humana constante, y cada vez percibo con más claridad el hastío y la desesperación en mi entorno. ¿Cuánto más debe ocurrir para que la muerte deje de campar a sus anchas en Palestina?

En medio de esta impotencia, me descubro soñando con un mundo donde el odio sea una "avis rara", una rareza que nos sorprenda, no una plaga cotidiana. Pero hoy, ese odio parece la octava plaga de Egipto que faltaba por desatarse.

Sé que lo que voy a decir resulta contradictorio, incluso odioso, pero no puedo evitarlo: deseo la desaparición inmediata de Netanyahu. El gobierno de Israel no son los defensores de la Ley del Talión. Pue eso, que empiece el baile. Trump y Merz tienen mucho que decirnos.

27/5/25

EL SUPUESTO CAOS REVITALIZA AL PP

 No hay caos, aunque la derecha se esfuerce en instalar esa idea. Lo que hay es ruido, confusión interesada y una ofensiva narrativa bien construida. Y ante eso, el PSOE tiene un reto: explicar mejor, con claridad y sin complejos, lo que está haciendo. Porque si la política se convierte en una batalla de percepciones, no basta con gobernar bien. También hay que contarlo bien. 

Cada uno puede elegir el sondeo que más le convenga para armar su relato, pero lo que empieza a tomar cuerpo es una sensación que favorece a la derecha: entre la desafección que nutre a Vox y la arrogancia sustentada por bulos que impulsa al PP, el bloque conservador sigue sumando. Y si nadie lo impide, seguirá creciendo. 

En este contexto, la izquierda —y especialmente el PSOE— no puede permitirse seguir gestionando el día a día como si fuera suficiente. No lo es. Hacer política institucional está bien, pero hoy es igual de importante diseñar una estrategia para combatir, desde abajo y desde arriba, el clima de descrédito que se extiende como una niebla densa. Una niebla que alimentan portavoces de toda índole, reforzando la idea de que España es un país al borde del colapso. 

Los socialistas estamos obligados a defender la democracia social.

La última encuesta del CIS enciende las alarmas: PP y Vox alcanzarían juntos la mayoría absoluta con 182 escaños. El PP, por sí solo, ha recuperado ocho diputados en solo un mes. 

El apagón informativo ha dejado el campo libre a una derecha que ha sabido vender la teoría del caos: las consecuencias de la DANA, los fallos en los trenes, el bloqueo parlamentario, las tensiones con Junts, los choques internos en el Ejecutivo, la división en la izquierda… Todo se presenta como prueba de un país que se descompone. Incluso una medida tan potente como la reducción de la jornada laboral queda eclipsada. 

Los datos del CIS lo confirman: el PSOE cae al 29,4% en estimación de voto, su peor registro del último año, dos puntos por debajo del resultado que obtuvo en las elecciones generales. Hay un problema claro de movilización: más de 700.000 votantes socialistas están hoy desactivados. Algunos migran hacia el PP; otros, simplemente, se quedan en casa. 

La mentira como estrategia

Y si a eso le sumamos la fragmentación a la izquierda del PSOE, la foto es aún más preocupante. Podemos y Sumar están prácticamente empatados en intención de voto, con solo 1,9 puntos de diferencia, la menor distancia registrada hasta ahora. Las negociaciones entre ambas formaciones se avecinan complicadas, por no decir imposibles y el número de escaños que sumarían juntos se ha desplomado a la mitad de lo que obtuvieron en julio de 2023. ¿Qué hará IU? 

Todo esto ocurre, paradójicamente, en un contexto sin crisis económica. Ni las expectativas personales ni la percepción general del país están hundidas. España no se rompe por mucho que lo diga el PP. Lo que hay es un rechazo creciente a la clase política. Así los partidos y los políticos son hoy el principal problema para el 14% de los ciudadanos, por encima incluso de la vivienda o el desempleo. 

La conclusión es clara: no hay caos, pero sí hay un relato del caos que está funcionando. Y si la izquierda quiere cambiar el guión, tiene que dejar de mirarse el ombligo. El PSOE necesita ordenar, visibilizar y popularizar lo que hace. Y su militancia, activarse en la calle, barrio a barrio, conversación a conversación. Solo así podrá volver a ser el referente, no solo de la izquierda, sino de toda una mayoría social que no quiere retrocesos. 

 

 

11/5/25

NO SE PUEDE SER NEUTRAL

Días atrás, al ver pasar una de tantas procesiones, comenté con ironía: “Si por cada golpe de tambor dado por cualquier cofrade resucitara un palestino, me hubiera sumado con gusto al cortejo. ”Pero el milagro no se hizo carne.

Hace apenas unos días asistimos, simbólicamente, a los funerales del Papa Francisco. Aquel acto congregó a poderosos de toda índole y a personas de buena fe para despedir al Sumo Pontífice, vicario de Cristo, sucesor de San Pedro en el gobierno de la Iglesia Católica, cabeza visible de esta institución y guía espiritual de millones de fieles.

Sin embargo, al contemplar hoy lo que continúa sucediendo en Oriente Próximo, me atrevo a afirmar que ni el catolicismo ni ninguna otra religión parecen tener la fuerza necesaria para detener las guerras, los exilios y los genocidios actuales. Me temo que, aun si todos los seres vivos del planeta —creyentes o no— nos flageláramos como penitentes de San Vicente de la Sonsierra, los poderosos y los tiranos que nos gobiernan no detendrían el saqueo, el expolio ni la muerte que siembran.

Lo digo porque la religión, en muchos casos, no es más que un desdoblamiento deformado de la realidad. Un mundo invertido. Las personas crean a los dioses buscando consuelo espiritual, pero luego se presenta como si fuera un dios quien crea al ser humano y su mundo. Esta inversión nos confunde y nos paraliza. Y así nos va.

Por eso, he dejado atrás la ilusión de que algún milagro traiga la paz a Ucrania, Palestina o Sudán. Prefiero refugiarme en el pensamiento crítico, en los libros que no se doblegan ante dogmas ni supersticiones. Como diría alguien: “Somos hijos del Siglo de las Luces”, cuando la razón, el conocimiento y el impulso modernizador se convirtieron en bandera de una humanidad que aspiraba a superar su oscuridad.

Pero leer no basta. La lectura debe conducir a la acción. Y hoy más que nunca, sigue siendo válida la meta de construir una sociedad mejor, que supere este presente y el futuro distópico que algunos están proyectando.

Porque no hay que mirar muy lejos: en todos los continentes las sociedades están cada vez más fracturadas. La brecha entre quienes tienen y quienes servimos a sus intereses se ensancha, y los de abajo estamos cada vez peor.

En este contexto global, creo que el deber de cualquier persona —por simple instinto de supervivencia— es apoyar todas las causas que busquen frenar este sistema que genera miseria, enfermedad, opresión y muerte para millones en todo el mundo.

Seguramente, habrá quien piense que estoy siendo partidista, o incluso excluyente. Yo no lo creo. Al contrario, hoy más que nunca debemos dar la bienvenida a la participación de toda persona, sin importar su nacionalidad, color de piel o creencias religiosas. Porque lo que enfrentamos no es sólo una guerra comercial: es un intento de sometimiento global, alimentado tanto desde la Casa Blanca como desde el Kremlin.

No hay más que recordar las palabras del propio Papa Francisco, o las del socialista y Secretario General de la ONU, António Guterres, en los últimos años. Ante tanta injusticia, no se puede ser neutral.