No hay caos, aunque la derecha se esfuerce en instalar esa
idea. Lo que hay es ruido, confusión interesada y una ofensiva narrativa bien construida. Y ante
eso, el PSOE tiene un reto: explicar mejor, con claridad y sin complejos, lo
que está haciendo. Porque si la política se convierte en una
batalla de percepciones, no basta con gobernar bien. También hay que contarlo bien.
Cada
uno puede elegir el sondeo que más le convenga para armar su relato, pero lo
que empieza a tomar cuerpo es una sensación que favorece a la derecha: entre la
desafección que nutre a Vox y la arrogancia sustentada por bulos que impulsa al
PP, el bloque conservador sigue sumando. Y si nadie lo impide, seguirá
creciendo.
En
este contexto, la izquierda —y especialmente el PSOE— no puede permitirse
seguir gestionando el día a día como si fuera suficiente. No lo es. Hacer
política institucional está bien, pero hoy es igual de importante diseñar una
estrategia para combatir, desde abajo y desde arriba, el clima de descrédito
que se extiende como una niebla densa. Una niebla que alimentan portavoces de
toda índole, reforzando la idea de que España es un país al borde del colapso.
Los
socialistas estamos obligados a defender la democracia social.
La
última encuesta del CIS enciende las alarmas: PP y Vox alcanzarían juntos la
mayoría absoluta con 182 escaños. El PP, por sí solo, ha recuperado ocho
diputados en solo un mes.
El
apagón informativo ha dejado el campo libre a una derecha que ha sabido vender
la teoría del caos: las consecuencias de la DANA, los fallos en los trenes, el
bloqueo parlamentario, las tensiones con Junts, los choques internos en el
Ejecutivo, la división en la izquierda… Todo se presenta como prueba de un país
que se descompone. Incluso una medida tan potente como la reducción de la
jornada laboral queda eclipsada.
Los
datos del CIS lo confirman: el PSOE cae al 29,4% en estimación de voto, su peor
registro del último año, dos puntos por debajo del resultado que obtuvo en las
elecciones generales. Hay un problema claro de movilización: más de 700.000
votantes socialistas están hoy desactivados. Algunos migran hacia el PP; otros,
simplemente, se quedan en casa.
La
mentira como estrategia
Y
si a eso le sumamos la fragmentación a la izquierda del PSOE, la foto es aún
más preocupante. Podemos y Sumar están prácticamente empatados en intención de
voto, con solo 1,9 puntos de diferencia, la menor distancia registrada hasta
ahora. Las negociaciones entre ambas formaciones se avecinan complicadas, por
no decir imposibles y el número de escaños que sumarían juntos se ha desplomado
a la mitad de lo que obtuvieron en julio de 2023. ¿Qué hará IU?
Todo
esto ocurre, paradójicamente, en un contexto sin crisis económica. Ni las
expectativas personales ni la percepción general del país están hundidas.
España no se rompe por mucho que lo diga el PP. Lo que hay es un rechazo
creciente a la clase política. Así los partidos y los políticos son hoy el
principal problema para el 14% de los ciudadanos, por encima incluso de la
vivienda o el desempleo.
La
conclusión es clara: no hay caos, pero sí hay un relato del caos que está
funcionando. Y si la izquierda quiere cambiar el guión, tiene que dejar de
mirarse el ombligo. El PSOE necesita ordenar, visibilizar y popularizar lo que
hace. Y su militancia, activarse en la calle, barrio a barrio, conversación a
conversación. Solo así podrá volver a ser el referente, no solo de la
izquierda, sino de toda una mayoría social que no quiere retrocesos.