13/6/25

NO TODOS LOS PARTIDOS SON IGUALES

En tiempos de ruido, bulos y frases de bar, conviene tener las ideas claras: el PSOE no es el PP. Ni ha sido condenado por corrupción, ni su líder aparece en papeles B. Pero para que eso siga siendo cierto, los socialistas deben reaccionar con firmeza ante cualquier sombra de duda. Porque si algo distingue a la izquierda es que no traga con la corrupción, ni aunque venga de los suyos.

Repasemos un poco la historia y seamos claros:
El PSOE no tiene su sede pagada con dinero robado, como sí ocurrió con el PP.
El PSOE no tiene exministros condenados por corrupción como Matas, Rato o Zaplana.
El PSOE no tiene a su líder apuntado en una contabilidad B por sobresueldos en billetes de 50 euros.
Y lo más importante: el PSOE no ha sido condenado como partido por corrupción.

¿Por qué digo esto ahora? Porque, tarde o temprano, la gente va a tener que elegir entre dos opciones:

·         El PP de Feijóo, apoyado por la ultraderecha.

·         El PSOE, junto con otras fuerzas progresistas e independentistas.

Esa será la elección, y en ese momento es mejor tener claro de qué estamos hablando, sobre todo cuando aparece algún cuñado diciendo que todos los políticos son iguales, que si "corrupción, cocaína y putas".
No, no todos son iguales.

El PSOE, a diferencia del PP, sabe lo que es pedir perdón. Analiza lo que ha pasado, reconoce errores, asume las consecuencias y toma medidas. El PP, en cambio, prefiere mirar para otro lado y fingir que no ha pasado nada. Mira a Camps, por ejemplo: ahí está, intentando volver como si lo suyo con los trajes y la corrupción fuera cosa menor. O a Feijóo resucitando viejas caras del pasado.

Por lo que representa el PSOE –un partido progresista, con una historia de lucha social y compromiso democrático–, no puede permitirse tolerar la corrupción. Ya sabemos lo que pasó en los años 90, cuando la corrupción acabó hundiendo al felipismo. Si Sánchez diera señales de tapar escándalos o proteger a gente corrupta, la militancia no lo permitiría.

Así que calma. Que no cunda el pánico.

Sánchez lleva siete años en Moncloa. Ha tenido momentos difíciles, sí. Pero si sigue firme contra la corrupción –la real, no los bulos sobre su mujer, su hermano o el fiscal general–, su disculpa por haber confiado en quien no debía puede ser creíble.

Además, Feijóo no tiene los apoyos suficientes para echarle. Y eso es porque asusta a muchos partidos democráticos, por un motivo u otro. Tendrá que seguir esperando... si es que Ayuso (Madrid) se lo permite. Mientras un tal Bonilla (Andalucía) se frota las manos.

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